El mismo día que mi hermana cumplía 32 años, el mismo día que me enteré de que había aprobado los exámenes y por lo tanto había terminado mis estudios. Ese mismo día me abrían a la altura del mediastino (queda situado en la parte más baja de la garganta).
Pasé todo el día rodeada de gente que hizo que ni tuviera tiempo de pensar en lo que me esperaba aquella misma tarde. No me di cuenta de que me iban a operar hasta que apareció el celador por la puerta. Un chico majo, joven, que llevaba una camilla consigo, en cuanto lo vi se me cayó el mundo encima. Uno de los caminos más largos de mi vida, el que separaba mi habitación de los quirófanos, lo hice llorando como una colegiala en su primer día.
Una vez dentro del quirófano, casi me pega un «jamacuco» cuando vi al cirujano intentando encender el monitor, no sabia como encenderlo! Yo pensé; Este buen hombre me tiene que abrir en canal y no sabe encender un puto monitor!!!!! Menos mal que en cuestión de segundos apareció el anestesista y ya no recuerdo nada más hasta que desperté, en el mismo quirófano, con el monitor encendido y un tipo pegándome cachetes en la cara.
Nunca en mi vida he sentido más dolor que el que sentí en esos momentos en mi garganta, era un dolor profundo, intermitente, terrible.
Llegué a la habitación de la misma manera en la que me fui, llorando.
Juro que la próxima vez que tenga que entrar en un quirófano (espero de todo corazón que no haya una próxima vez), ese día no va a entrar en mi habitación ni Jesucristo con la cruz. Si os puedo dar algún consejo es que entréis en el quirófano tranquilos y con la cabeza serena, no cometáis el error que yo cometí de entrar nerviosa y sin haber pensado en ello.
Os dejo unas fotos de cómo quedó la biopsia que me hicieron. Tuve la suerte de que aunque el cirujano no sabía encender un monitor, si sabía, y mucho, suturar y me hizo la sutura por dentro así la cicatriz no es tan aparatosa.