Que fácil la mente…

Que maquiavélica es la mente, que hoy no deja de recordarme que en este momento hace un año estaba a un paso de lo peor que he pasado en mi vida.
Que macabra la mente, que estaba sentada en la oficina intentando centrarme en el trabajo, y ella solo me lleva a sentir lo que hace un año estaba a punto de experimentar.
Se me revuelve el estómago, puedo sentir como el veneno recorría mis venas, puedo sentir el pinchazo inicial en el pecho, vienen a mi esos olores nauseabundos a químico, a descompuesto, a cuerpo roto, puedo volver a ver mi orina de mil colores, rosa, azul, verde…
Puedo oír de nuevo el dichoso pitido de mierda de la puta máquina de quimio que me desgasta el alma, me aniquila la esperanza.
Que trágica la mente que no me deja olvidar, que solo me manda flashes, de lo que aquello fue aquel día, de todo lo que sufrí, de todo lo que me lamenté.
Que sobrecogedora la mente, que hace que hasta tenga ganas de vomitar, que hace que esté hasta mareada, que hasta puedo sentir como la sangre me sale a borbotones de la nariz.
Que asco de mente que en vez de hacerme sentir lo bonito de la vida, en vez de transportarme a momentos como el primero beso, momentos de risas con amigos, de viento golpeándome la cara, en vez de devolverme instantes como los que vives cuando acabas un entreno de 8km de running, y te sientes invencible, esos segundos en los que haces algo por primera vez y te encanta, esas ocasiones en las que la adrenalina se apodera de ti y te sientes capaz de todo. Instantes en los que comes tu plato favorito y se te cae la baba, olores como el de la tortilla de patata de tu madre, o el del mar, o el del café por la mañana, o el tacto de tu gato mientras ronronea, o segundos de una mirada que te llegue, o que te llene.
Que puñetera la mente que me transporta a un año atrás y me hace sentir pequeña, me vuelve insegura, débil, frágil, inestable.
Que traicionera la mente que solo con una sonrisa, una canción, una buena carrera, una cerveza, te arregla el día.
Que fácil la mente.